martes, 19 de octubre de 2010

Lluvia ácida

Nos parece pertinente comenzar este trabajo sobre lluvia ácida definiendo dos términos importantes, que a nuestro criterio son como prerrequisitos para la comprensión del tema que será abordado. Los términos son: lluvia y lluvia ácida.
Lluvia: cualquier forma de humedad que se condensa en el aire y cae a la tierra.
Lluvia ácida: comprende lluvia, niebla y nieve y cualquier otra precipitación más ácida que la normal, de pH menor a 5.6. La acidez se debe a ciertos contaminantes del aire, en particular dióxido de azufre y óxido de nitrógeno. Las principales fuentes emisoras de estos contaminantes son las centrales térmicas.
Las propiedades de los ácidos (sabor agrio, corrosividad) se deben a la presencia de iones de hidrógeno (H+, átomos del elemento sin su electrón) que son muy reactivos. Por lo tanto ácido es cualquier compuesto químico que libera iones de hidrógeno cuando se disuelve en agua. Cuanto más alta sea la concentración de iones de hidrógeno, tanto más ácida será la solución.
En ausencia de contaminación, la lluvia es ligeramente ácida, con un pH de 5.6, de este modo la precipitación ácida es cualquier precipitación de pH 5.5 o menor.
Central térmica, instalación que produce energía eléctrica a partir de la combustión de combustibles fósiles en una caldera diseñada al efecto. El funcionamiento de todas las centrales térmicas, o termoeléctricas, es semejante. El combustible se almacena en parques o depósitos adyacentes, desde donde se suministra a la central, pasando a la caldera, en la que se provoca la combustión. Esta última genera el vapor a partir del agua que circula por una extensa red de tubos que tapizan las paredes de la caldera. El vapor hace girar las hélices de la turbina, cuyo eje rotor gira coordinadamente con el de un generador que produce la energía eléctrica; esta energía se transporta mediante líneas de alta tensión a los centros de consumo. Por su parte, el vapor es enfriado en un condensador y convertido otra vez en agua, que vuelve a los tubos de la caldera, comenzando un nuevo ciclo.
El agua en circulación que refrigera el condensador expulsa el calor extraído a la atmósfera a través de las torres de refrigeración, grandes estructuras que identifican estas centrales; parte del calor extraído pasa a un río próximo o al mar. Las torres de refrigeración son enormes cilindros contraídos a media altura, que emiten de forma constante vapores a la atmósfera. Cuando los combustibles fósiles son quemados, el azufre, el nitrógeno y el carbono desprendidos se combinan con el oxígeno para formar óxidos. Cuando estos óxidos son liberados en el aire, reaccionan químicamente con el vapor de agua de la atmósfera, formando ácido sulfúrico, ácido nítrico y ácido carbónico, respectivamente.



Esos vapores de agua que contienen ácidos —conocidos comúnmente como lluvia ácida— entran en el ciclo del agua y, por tanto, pueden perjudicar la calidad biológica de bosques, suelos, lagos y arroyos.Algunos días después, y con frecuencia a cientos o miles de kilómetros de la fuente, los ácidos se precipitan y corroen las estatuas y edificios, dañan los árboles y los cultivos y deja los lagos sin vida.
La lluvia ácida también altera el crecimiento y el rendimiento de muchos cultivos agrícolas porque al penetrar en el suelo disuelve y arrastra consigo nutrimentos indispensables, como el calcio (Ca) y el potasio (K), y mata los microorganismos descomponedores, con lo cual impide el retorno de nutrientes al suelo. Las plantas, envenenadas y privadas de nutrientes, se debilitan y quedan desprotegidas frente a las infecciones.
La sedimentación ácida aumenta la exposición de los organismos a los metales tóxicos, como aluminio, plomo, mercurio, entre otros, que son mucho más solubles en agua acidificada que a pH neutro. El aluminio que se disuelve de las rocas inhibe el crecimiento de las plantas y mata los peces. Se ha encontrado que el agua potable de algunos hogares está peligrosamente contaminada con plomo, disuelto por el agua ácida de la soldadura de plomo de tuberías antiguas.
En nuestros días, la precipitación ácida es la norma en casi todo el mundo industrializado. Por ejemplo, el pH de la lluvia o la nieve en buena parte de Estados Unidos es de alrededor de 4.5. Muchas áreas reciben precipitaciones con pH de 4.0 y, a veces, de 3.0. La niebla y el rocío tienen todavía más acidez, se han encontrado gotas que caen de los pinos con un pH de 2.8, casi mil veces más ácidas de lo normal.